La educación
siempre será una utopía. Una utopía necesaria para cualquier sociedad. Y esto
es porque aspiramos alcanzar un supremo ideal: no solo que la educación llegue
para todos los seres humanos, sino que ésta sea de una equitativa calidad,
sueño inalcanzable para un mundo con diferencias abismales. Por otro lado, tan
solo con imaginar un mundo sin educación sería un camino directo a la
deshumanización, un viaje a la primitividad del hombre. Ante éste panorama no
nos queda otra que apostar por alcanzar este sueño ideal aun sabiendo que nunca
lo vamos a lograr. Hecho el camino, ahora solo falta definir nuestro andar.
No es
ninguna novedad que nuestra educación tiene grandes problemas, pero es un
gravísimo error el culpar a un elemento (al profesor) sabiendo que la responsabilidad es de
todos. No creo que sea difícil entender algo tan lógico: Si pertenecemos a un
país que tienen grandes falencias en enfrentar a la pobreza, a la atención
inadecuada de la salud, a la desnutrición infantil, a la informalidad y
desempleo, a la inseguridad ciudadana, a la inseguridad vial, a los altos índices de corrupción, a la violencia en todas las
formas en que se presenta y muchos otros más; a pesar de que somos un país en
crecimiento económico, nos caracterizamos en el vecindario latinoamericano y el
barrio internacional por presentar una lista larga de éstos defectos; entonces,
esto me lleva a plantear dos interrogantes muy lógicas: ¿Como un país con
tantas falencias va a tener una educación de calidad? y ¿Cómo la sociedad
peruana inundada de tanta podredumbre puede exigir a sus profesores que cambien
una realidad que ellos mismos crean día a día ya sea de forma activa o pasiva?.
Simplemente “No hay derecho”
Los
que pertenecemos al magisterio, estamos pasando por momentos muy difíciles,
donde nos exigen a dar cada día más y más y a cambio no recibir nada, o mejor
dicho, a recibir indiferencia social, a no tener reconocimiento, a tener tratos
despreciables, a faltas de respeto de no solo por parte de nuestras autoridades
si no que en muchas ocasiones de los mismos padres de familia, los que se
supone que son, nuestros aliados más cercanos. Ante esta situación
desmotivante, ¿Cómo hemos reaccionado los profesores? Aunque tenemos una
variedad inmensa de respuestas me atrevo a decir que hay tres líneas claras que
reflejan en parte el divorcio docente actual: tenemos a los “indiferentes”, que
es muy característico de ellos, frases
como éstas: “¡Para qué si ya me voy a ir!” “yo sigo trabajando, lo demás no me
interesa”, entre muchas otras expresiones, que muestran la poca importancia de
asumir un rol educativo activo y en equipo. Hasta algunos inclusive llegan a
ser derrotistas. A los “revolucionarios” que son como piedras fuertes que se
resisten ante la corriente. Es común escuchar de ellos: “No lo permitamos
colegas”, “Hay que hacernos sentir por el gobierno”, y un sinfín de arengas en
favor de la labor docente y sobretodo de los derechos del profesor. Aunque hay muchos
que aprovechando de esta careta consiguen puestos de poder, es decir, los traidores
a la causa. Y por último tenemos a los “desafiantes”, los que aceptan y asumen
los retos que impone una educación actual y aun con todos los pesares siguen
adelante enarbolando en alto la bandera del compromiso que tienen con la
sociedad y el futuro del país.
¿En
dónde radica la esperanza para mejorar la calidad educativa de nuestra patria?
El gobierno puede presentar una gama de cambios educativos o reformas si lo
prefiere con ese término. Pero, ninguno de ellos va a ser tan efectivo como el
cambio que tienen que dar los educadores. Un cambio que exige de sacrificios
mucho más de lo que hoy estamos dando. Sacrificios que hemos venido pagando de muchos
años atrás en incómodas e irregulares cuotas. Sacrificios que implica a estar menos tiempo
con nuestra familia, sacrificios que implica trabajar más tiempo sin ser
pagados ni siquiera con un agradecimiento, sacrificios que va más allá de
nuestra propia salud, sacrificios que no va con acompañamiento económico sino
mas bien con un “arréglatelas como puedas” y tantos sacrificios más que para el
gobierno solamente son excusas de un peón más que no quiere comprometerse con
su país. ¡Qué tal injusticia!. ¿Colegas estaremos dispuestos a pagar mas sacrificios? La respuesta ya fue dada por los “desafiantes”. He ahí la
esperanza.